
—Doctor, he consultado en Internet y padezco el síndrome de Moebius.
—Ajá,
¿y está usted completamente seguro de que es eso y no otra cosa?
—Por supuesto, doctor, mire, se lo he impreso, lea, lea: … “dos importantes nervios craneales, el 6º y 7º, no están totalmente desarrollados, causando parálisis facial y falta de movimiento en los ojos. Estos nervios controlan tanto el parpadeo y movimiento lateral de los ojos, como las múltiples expresiones de la cara. En algunos casos, además de los nervios VI y VII, pueden verse afectados el hipogloso (XII), el vago (X), el estato-acústico (VIII) y el glosofaríngeo (IX). Los pacientes con síndrome de Moebius también pueden presentar malformaciones musculoesqueléticas como pies zambos (contractura congénita de pies), oligodactilia (falta de desarrollo o ausencia completa de dedos en manos y/o pies), e hipoplasia del músculo pectoral mayor (anomalía de Poland)”.
—¿Y dónde están su parálisis facial, la falta de movimiento en los ojos, la ausencia de dedos en manos y pies y la anomalía del músculo pectoral mayor?
—Por supuesto, doctor, mire, se lo he impreso, lea, lea: … “dos importantes nervios craneales, el 6º y 7º, no están totalmente desarrollados, causando parálisis facial y falta de movimiento en los ojos. Estos nervios controlan tanto el parpadeo y movimiento lateral de los ojos, como las múltiples expresiones de la cara. En algunos casos, además de los nervios VI y VII, pueden verse afectados el hipogloso (XII), el vago (X), el estato-acústico (VIII) y el glosofaríngeo (IX). Los pacientes con síndrome de Moebius también pueden presentar malformaciones musculoesqueléticas como pies zambos (contractura congénita de pies), oligodactilia (falta de desarrollo o ausencia completa de dedos en manos y/o pies), e hipoplasia del músculo pectoral mayor (anomalía de Poland)”.
—¿Y dónde están su parálisis facial, la falta de movimiento en los ojos, la ausencia de dedos en manos y pies y la anomalía del músculo pectoral mayor?
—Ya
sabe lo que ocurre siempre, doctor, cuando se lleva un cacharro electrónico a
reparar resulta que delante del chispas funciona perfectamente. Pues con el
cuerpo humano igual.
—Claro,
no había caído en eso. ¿Y qué me recomienda que le recete?
—Lo
que más rápido haga efecto.
—Ya.
Bueno, déjeme que lo consulte en Internet no vaya a equivocarme. Pida cita para
dentro de una semana y podrá recoger su informe clínico junto con las medicinas.
¿Puedo ayudarle con algún otro síndrome o dolencia que haya detectado?
—Me
cuesta dormir y me llora el ojo derecho. Unos tranquilizantes me irán bien,
¿verdad?
—¿Y
no ha probado a apagar su estupidez? A veces funciona. Aunque en su caso
recuerde que el Moebius es el causante de la ausencia de sonrisa-llanto, además
de la típica “cara de máscara”.
—¿Qué
le pasa mi cara, doctor? No me asuste, por favor…
El
problema no reside en el conocimiento en sí, ni en la facilidad para acceder a
él que permiten las nuevas tecnologías, sino en la carencia de filtros y de
pudor. Creer que sin esfuerzo,
experiencia y dedicación ya estamos igual o más preparados que los
especialistas en la materia de marras por el simple hecho de haber encontrado
un artículo en un blog o en una página web publicado sin rigor científico,
histórico o ético alguno por cualquiera al que se le haya antojado redactarlo
basándose en dudosas fuentes o en los trucos de su abuela, no nos hace más
libres ni más cultos, solamente más idiotas, máxime cuando exhibimos y
propagamos ese popurrí de sabiduría al peso.
Descargarse
un tutorial sobre el funcionamiento del carburador no faculta para ejercer de
mecánico en un taller, de la misma forma que observar el firmamento con un
telescopio instalado en la terraza del salón no otorga el título de astrónomo
ni el de astronauta. Aunque se haya identificado la constelación de la osa
menor y tengas el DVD de La Guerra de las Galaxias en HD y versión deluxe.
Acumular
datos sin sentido está al alcance de un clic, y también de un mono amaestrado.
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RqR Escritores